El territorio en la época prehispánica seguía los lineamientos de las áreas históricas basadas en a transversalidad del espacio peruano y la compensación de la dieta de los frutos de la costa, pasando por la sierra hasta la selva alta, la idea de territorio estaba denotada de esa manera y de hecho los iconos más relevantes de las civilizaciones del periodo inicial y el horizonte intermedio caracterizaron esta disposición de dominio del espacio peruano.
La presencia Wari y Tiawanacu provocó el replanteo del espacio regional, la transversalidad del territorio es el nuevo esbozo, que se consolidará en el horizonte tardío con el impresionante Capac Ñan y el Imperio del Tahuantinsuyo, acomodando el territorio de forma lineal y con una fuerte tendencia centrípeta basada en un sistema nodal de asentamientos principales de carácter administrativos religiosos que determinarían la influencia espacial.
La presencia española trasfiguro de forma dramática el territorio con un desconocido parámetro basado en la red, ensayo desarrollado entre el s. XVI hasta la mitad del s. XVIII, bajo una estructura en forma de malla a similitud de la colonización filamentosa o levaduriforme, bajo un claro propósito de ocupación rápida del territorio dio también un modelo homogéneo, inmerso en un sistema nodal estable y uniforme.
La presencia de los nuevos virreinatos como el de Nueva Granada y el Río de la Plata tensaron la red cuasi homogénea para crear centralidades importantes y disputadoras del dominio regional, así el modelo territorial de la gran red, se deformo para propiciar una fuerte tendencia centralizada en las nuevas sedes de poder como Caracas y Buenos Aires competidoras de la vieja Lima. Esta distorsión dio origen a grandes sistemas de orden funcional, jerarquizando el centro sobre la periferia, la ausencia de caminos no era necesaria para establecer el dominio y la supremacía, puesto que la sola proximidad al centro justificaba el poderío administrativo basada en el mando y la difusión de directivas.
El territorio peruano en la república heredó este modelo de centralidades, así Lima es la más importante y en jerarquía le seguirá Trujillo y Arequipa, esta particularidad hacia 1836 con la Confederación Perú – Boliviana consolidó el modelo de centralidades regionales establecido en las antiguas áreas históricas del Norte, Centro y Sur las que a su vez se superponen las franjas de la costa, sierra y selva.
El ferrocarril remodelará el modelo territorial peruano afianzando la costa como un espacio territorial unitario y articulado por el sistema naviero el que a su vez estableció fuertes niveles de dependencia con unas áreas del norte (agrícola), centro (minero) y sur (lanero).
De esta manera se culminará el s. XIX, los comienzos del s. XX serán reforzados con la construcción de la Carretera Panamericana y el dominio absoluto de la costa sobre la sierra y la siempre olvidada selva.